2.10.11

1

Estaba sentada en mi cuarto mirando sin mirar la pantalla del ordenador, sin hacer nada. Simplemente estaba pensando en que el verano ya estaba tocando a su fin y en lo que me esperaba en los siguientes nueve meses. Vuelta a lo de siempre: estudiar, deberes, gente falsa en cada esquina, profesores déspotas, fiestas sin sentido... Y, bueno, los amigos que siempre están ahí. Prácticamente eso era lo menos malo.
Realmente no me apetecía mucho empezar ese nuevo curso. Volvería a ver cada día a gente que no me apetecía ver ni en pintura. Vaya ganas...
Mi madre apareció por la puerta:
-Hija ya es hora que te vayas a la cama, sino mañana no te levantas
-Ya lo sé mamá pero es que no tengo nada de sueño ahora y no me apetece estar dando vueltas en la cama...
-Bueno, como quieras, pero antes de las doce te quiero entre las sábanas. Y a ver si dejas ya el ordenador, que llevas estos días que no lo sueltas...
Le contesté con una sonrisa y ella cerró la puerta.
Me acerqué hasta la ventana y la abrí. Era una noche fresca, sin nubes, y la luna llena brillaba más que nunca. Apenas pasaban coches pero un grupo de chicos estaba hablando y riendose unos cien metros más allá, pero allí el eco por la noche era exagerado. Era como si estuvieran bajo mi ventana.
Me di la vuelta y miré mi cuarto en penumbra. Sólo tenía la luz de la mesa encendida. Apenas eran las once y media. Me tumbé en la cama aún en vaqueros y miré al techo. Iba a ser un día muy largo. La presentación, la gente... Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza y antes de darme cuenta ya estaba dormida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario