4.10.11

2

Un pequeño rayo de sol empezaba a asomarse entre las cortinas interrumpiendo el inesperado final del último sueño de verano. ¿Cómo se podía tener un sueño tan placentero y un despertar tan horrible? Me desperecé un poco y tras conseguir levantarme me asombré al ver las sabanas intactas, tales y como las dejé la noche anterior. Quien diría, tras ver esa cama, que mi cabeza estaba llena de preguntas confusas y pensamientos sin sentido. Había dormido como un bebé.
Corrí a la cocina con el tiempo justo como siempre, llegaba tarde asique solo me serví un vaso de leche que con las prisas casi me llevo por la puerta. Dispuesta estaba ya a salir cuando esa familiar voz astillada salió del salón deteniendo mi carrera:
-¡Niña! No te olvides de...
-Sí abuela, ahora me iba a despedir
En realidad estaba tan alterada que se me olvidaban hasta las llaves. Como una bala le di un beso a mi abuela en la mejilla dándome cuenta de que la acababa de manchar la cara de leche ya que con las prisas se me había olvidado limpiarme. Salí de nuevo con rapidez y entre risas mientras la oía refunfuñar restregándose con la manga del jersey. Me acababa de sacar una sonrisa a un mal día.
Estaba convencida al cien por cien de que aquel día iba a ser uno de los peores a los que me tuviera que enfrentar nunca. Tal vez estaba exagerando, pero a nadie le gusta tener que volver a ver a personas con las que se comparte un odio infinito o tal vez otro tipo de sentimientos...

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