5.10.11

3

Cuando llegué a la puerta del instituto vi a mucha gente, la mayoría caras ya conocidas, pero había alguna que otra cara nueva. Me dirigí al sitio donde siempre esperaba a que tocara el timbre y allí me encontré con Carmen y Damián.
-¡Hola chicos!
Damián contestó con un asentimiento de cabeza y Carmen con una sonrisa.
-¿Sabes qué? Hay bastante gente nueva este curso, más que otros años -dijo ella-. Lo que no sé es de qué curso son. Llevo diez minutos aquí y ya he contado unos siete u ocho nuevos.
-Qué raro... Casi nunca entra gente nueva, excepto los de primero, claro.
Antes de poder seguir con la conversación sonó el timbre para que entráramos. Miré en la lista qué clase me tocaba este año y subí con Damián a clase. Él estaba conmigo pero Carmen había elegido otras opciones para este curso.
Llegamos al aula y nos sentamos juntos y empecé a observar a la gente de la clase. Los mismos de siempre: el que siempre hace chuletas, la chica de las gafas de pasta, la enterada y su novio... Nada nuevo. El tutor que nos había tocado ese curso era el profesor de matemáticas. La verdad es que no me llevaba muy bien con él, pero podría soportarle. Mientras hacía la típica presentación del primer día de clase, por la puerta apareció un chico que no había visto en mi vida. Alto, pelo oscuro y unos ojos aparentemente claros, aunque desde la distancia a la que me encontraba no podría decirlo con exactitud.
Damián me dio un codazo en cuanto le vio aparecer y me susurró:
-Es mono, ¿eh? Me encanta ese corte de pelo que lleva...
Le miré como solía hacer cuando opinaba sobre chicos de esa manera tan descarada y antes de poder contestarle habló el chico misterioso:
-Perdón, ¿esto es primero C?
-Claro, pasa, pasa -respondió el tutor- Tú debes de ser el chico nuevo. Toma asiento, pero ten en cuenta que a partir de mañana ya no puedes llegar tarde o los profesores no te dejarán pasar.
Después de otros aburridos veinte minutos hablando de las normas del centro y demás boberías salimos. Sin dejar de mirar al chico nuevo fuimos a hablar con Carmen que justo estaba saliendo de su clase:
-Tía, hay un chico nuevo en nuestra clase. Tienes que verle-dijo Damián emocionado
Carmen me miro extrañada y negué con la cabeza:
-No es para tanto, es mono, sí, pero como es nuevo pues es eso, la novedad.
Justo cuando salíamos del edificio se nos acercó el delegado de mi clase del año pasado:
-¡Hola! Oye, una cosa... Vereis estaba pensando en hacer una fiesta en mi casa de inicio del curso, como hacemos siempre. Además así podremos conocer bien a la gente nueva que ha entrado este año. Será este sábado, ¿qué os parece? ¿Os apuntáis?
Después de concretar con él el dinero y dónde estaba su casa, fuimos a casa de Carmen porque aún eran las once y media y no había nadie en su casa. Hicimos lo de siempre: comer galletas, algo de música y cotillear perfiles en facebook, además de oir los ligues del verano de Damián por octava vez.
-¿Sabes Damián? -preguntó Carmen- Creo que deberías dejar de pensar en el alemán ese o lo que fuera, no creo que te traiga nada bueno hablar por chat siempre con él.
Asentí con la cabeza mientras me metía un trozo de chocolate en la boca.
-No era alemán, era húngaro-contestó simulando indignación, pero justo después empezó a reirse y seguimos hablando.
Qué haría yo sin estos dos.

4.10.11

2

Un pequeño rayo de sol empezaba a asomarse entre las cortinas interrumpiendo el inesperado final del último sueño de verano. ¿Cómo se podía tener un sueño tan placentero y un despertar tan horrible? Me desperecé un poco y tras conseguir levantarme me asombré al ver las sabanas intactas, tales y como las dejé la noche anterior. Quien diría, tras ver esa cama, que mi cabeza estaba llena de preguntas confusas y pensamientos sin sentido. Había dormido como un bebé.
Corrí a la cocina con el tiempo justo como siempre, llegaba tarde asique solo me serví un vaso de leche que con las prisas casi me llevo por la puerta. Dispuesta estaba ya a salir cuando esa familiar voz astillada salió del salón deteniendo mi carrera:
-¡Niña! No te olvides de...
-Sí abuela, ahora me iba a despedir
En realidad estaba tan alterada que se me olvidaban hasta las llaves. Como una bala le di un beso a mi abuela en la mejilla dándome cuenta de que la acababa de manchar la cara de leche ya que con las prisas se me había olvidado limpiarme. Salí de nuevo con rapidez y entre risas mientras la oía refunfuñar restregándose con la manga del jersey. Me acababa de sacar una sonrisa a un mal día.
Estaba convencida al cien por cien de que aquel día iba a ser uno de los peores a los que me tuviera que enfrentar nunca. Tal vez estaba exagerando, pero a nadie le gusta tener que volver a ver a personas con las que se comparte un odio infinito o tal vez otro tipo de sentimientos...

2.10.11

1

Estaba sentada en mi cuarto mirando sin mirar la pantalla del ordenador, sin hacer nada. Simplemente estaba pensando en que el verano ya estaba tocando a su fin y en lo que me esperaba en los siguientes nueve meses. Vuelta a lo de siempre: estudiar, deberes, gente falsa en cada esquina, profesores déspotas, fiestas sin sentido... Y, bueno, los amigos que siempre están ahí. Prácticamente eso era lo menos malo.
Realmente no me apetecía mucho empezar ese nuevo curso. Volvería a ver cada día a gente que no me apetecía ver ni en pintura. Vaya ganas...
Mi madre apareció por la puerta:
-Hija ya es hora que te vayas a la cama, sino mañana no te levantas
-Ya lo sé mamá pero es que no tengo nada de sueño ahora y no me apetece estar dando vueltas en la cama...
-Bueno, como quieras, pero antes de las doce te quiero entre las sábanas. Y a ver si dejas ya el ordenador, que llevas estos días que no lo sueltas...
Le contesté con una sonrisa y ella cerró la puerta.
Me acerqué hasta la ventana y la abrí. Era una noche fresca, sin nubes, y la luna llena brillaba más que nunca. Apenas pasaban coches pero un grupo de chicos estaba hablando y riendose unos cien metros más allá, pero allí el eco por la noche era exagerado. Era como si estuvieran bajo mi ventana.
Me di la vuelta y miré mi cuarto en penumbra. Sólo tenía la luz de la mesa encendida. Apenas eran las once y media. Me tumbé en la cama aún en vaqueros y miré al techo. Iba a ser un día muy largo. La presentación, la gente... Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza y antes de darme cuenta ya estaba dormida.